Cuentos con moraleja: "Jesús está a la puerta"

jesuspuerta

Esta es la breve historia de un pintor que empezaba a ser conocido por sus creaciones singulares, todas ellas llenas de un profundo mensaje. Después haber pintado como una docena de cuadros llegó el día de su primera exhibición pública. El periódico local había hecho mucha publicidad con el fin de que todo el pueblo acudiera a la cita en la galería.

El día de la presentación al público asistieron las autoridades locales, fotógrafos, periodistas y mucha gente para contemplar las pinturas. Todas estaban a la vista; todas menos una que permanecía cubierta con un paño, pues se suponía que era un regalo que el pintor iba a hacer a la ciudad. Llegado el momento, se reunieron todos en la sala central de la galería donde se encontraba el cuadro, y el director de la galería, después de hacer las introducciones pertinentes llamó al alcalde para que tirara del paño que cubría el cuadro.

Una vez descubierto el cuadro hubo un caluroso aplauso. Era una impresionante figura de Jesús tocando suavemente la puerta de una casa. Jesús parecía vivo. Con el oído junto a la puerta, parecía querer oír si dentro de la casa alguien le respondía. Todos admiraron aquella preciosa obra de arte.

De repente una curiosa niña observó lo que ella creyó ser un error en el cuadro: la puerta no tenía cerradura.

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Cuentos con moraleja: "A Dios rogando y con el mazo dando"

joven pidiendo

Un día un hombre joven decidió poner a prueba la providencia del Señor. En muchas ocasiones había oído decir al sacerdote de su parroquia que Dios era un Padre bondadoso que se ocupaba de todas sus criaturas. El hombre quería saber si también se ocuparía de él y le mandaría lo que cada día necesitara.

Una buena mañana decidió internarse en un bosque solitario que había a pocos kilómetros de su casa para esperar allí que Dios le enviara su sustento diario. Pasó una mañana, y no consiguió nada para comer, se internó más aún en el bosque, y se acostó en un claro. Revoloteando por el suelo se encontró a una paloma malherida por el tiro de un furtivo cazador. Tenía una pata rota y un ala quebrada. No podía volar ni caminar y como consecuencia no podía valerse por sí misma para encontrar el sustento. En esas condiciones no le quedaba otra posibilidad que la de morir de hambre, a menos que la providencia de Dios la ayudara. Nuestro amigo se quedó mirándola, en espera de ver lo que sucedía.

Unas horas más tarde vio acercarse un águila grande que traía entre sus garras un trozo de pan. Sobrevoló rápidamente la paloma y le arrojó la comida, como para que no tuviera más trabajo que comérsela. Realmente, el hecho demostraba que Dios se ocupaba de sus pobres criaturas; y hasta se había interesado de esta pobre paloma malherida. Por lo tanto no había nada que temer. Seguramente a él también le enviaría por intermedio de alguien lo que necesitaba para vivir. Y se quedó esperando todo el día con una gran fe en la providencia.

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Cuentos con moraleja: "Una vez fuimos agua cristalina"

aguas cristalinas 3

Era una vez una gota de agua que sintió de pronto la llamada de ir al mar, y hacia él se fue apresurada y transparente. Por el cauce del riachuelo corría cantarina. Todo lo alegraba con su presencia: las riberas florecían a su paso, los bosques reverdecían, los pájaros cantaban. Y hacia el mar corría blanca y contenta.

Pero un día se cansó de caminar por el cauce estrecho del arroyo. Al saltar sobre la presa de un molino, divisó horizontes de tierra y en tierra quiso convertirse. Aprovechando el desagüe de una acequia, se salió de madre y se estacionó.

Inesperadamente se sintió prisionera de la tierra, convertida en charco sucio, maloliente, tibio: repugnantes animalillos crecieron en su seno y el sol dejó de reflejarse en ella.

Pasó una tarde un peregrino; se detuvo ante el charco y, sentencioso, exclamó:

—¡Pobre gotita de agua! ¡Ibas para mar y te quedaste en charco!

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Cuentos con moraleja: "¡Aguanta un poco más!"

alfarero 2

Se cuenta que una vez, en Inglaterra, había una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Una de sus tiendas favoritas era una en donde vendían vajillas antiguas. En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita.

¿Me permite ver esa taza?, preguntó la señora, nunca he visto nada tan fino como eso!

En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la tacita comenzó a hablar. La tacita le comentó:

—¡Usted no entiende! Yo no siempre he sido esta taza que usted está sosteniendo. Hace mucho tiempo yo sólo era un montón de barro. Mi creador me tomó entre sus manos y me apretó y me moldeó cariñosamente. Llegó un momento en que me desesperé y le grité: ¡Por favor, déjame en Paz! Pero sólo me sonrió y me dijo: “aguanta un poco más, todavía no es tiempo”.

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Cómo llegar a San Alberto Magno

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