La palabra latina "adventus" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.
El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa penitencia.
El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a recordar el pasado, nos impulsa a vivir el presente y a preparar el futuro.
- Recordar el pasado:Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y nació en Belén. Esta fue su primera venida.
- Vivir el presente:Se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos del Señor.
- Preparar el futuro:Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria". Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones, y premiará con el Cielo a los que han creído en Él y castigará con el Infierno a los que le hayan rechazado debido a sus malas obras.
Conforme nos vamos acercando al fin del año litúrgico, la Iglesia nos presenta en las lecturas de la Misa los pasajes relacionados con el fin del mundo. En ellos aparecen asociadas ideas como:
El mundo fue creado por Dios y a Él le pertenece.
Del mismo modo que lo creó, le pondrá un fin.
El juicio del hombre según sus acciones...
Nosotros fuimos creados por Dios, recibimos de Él unos talentos, y tendremos que dar cuenta de qué es lo que hemos hecho con ellos durante nuestra existencia en la tierra. Según ello, recibiremos premio o castigo. Aquellos que guardaron los talentos que recibieron de Dios y se dedicaron a vivir su vida también serán juzgados; pero por no haber dado fruto serán condenados al fuego eterno. En cambio aquellos que hicieron producir los talentos recibidos por Dios serán premiados para toda la eternidad.
A través de estos pasajes vemos claramente que la existencia del hombre sobre la tierra no se puede separar de Dios. El hombre fue creado por Dios para darle gloria, amar a Dios y ser amado por Él.
La vida del hombre no tiene sentido si se le separa de Dios. El hombre dispone de todos sus años en la tierra para comprender esta realidad y vivirla. Al final de sus días será premiado o castigado según haya actuado.
“Entonces el Reino de los Cielos será como diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; pero las necias, al tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; las prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas. Como tardaba en venir el esposo, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: «¡Ya está aquí el esposo! ¡Salid a su encuentro! Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. Y las necias les dijeron a las prudentes: Dadnos aceite del vuestro porque nuestras lámparas se apagan. Pero las prudentes les respondieron: «Mejor es que vayáis a quienes lo venden y compréis, no sea que no alcance para vosotras y nosotras. Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. Luego llegaron las otras vírgenes diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Pero él les respondió: En verdad os digo que no os conozco. írPor eso: velad, porque no sabéis el día ni la hora”.
La parábola de las diez vírgenes es una de las parábolas de los evangelios que nos hablan de la actitud de preparación y espera que ha de tener el cristiano ante la llegada de Cristo. Esa llegada de Cristo se identifica para cada uno con el momento de su muerte; es por ello que, dado que no conocemos cuándo vamos a morir, debemos estar siempre preparados.
De las diez vírgenes que nos habla el evangelio, cinco sí estaban preparadas con sus lámparas, mientras que otras cinco, debido a que el Esposo tardaba en llegar, no habían provisto sus lámparas con la cantidad suficiente de aceite, por lo que cuando llegara el esposo estarían apagadas. El Esposo tardaba en llegar. Las vírgenes, tanto las que estaban preparadas como las que no lo estaban, se quedaron durmiendo. Cuando menos lo esperaban llegó el Esposo…, y ya sabemos lo que ocurrió.
Los escribas y fariseos puestos al descubierto Mt 23: 1-12
Entonces Jesús habló a las multitudes y a sus discípulos diciendo: -En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no obréis como ellos, pues dicen pero no hacen. Atan cargas pesadas e insoportables y las echan sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con uno de sus dedos quieren moverlas. Hacen todas sus obras para que les vean los hombres. Ensanchan sus filacterias y alargan sus franjas. Anhelan los primeros puestos en los banquetes, los primeros asientos en las sinagogas y que les saluden en las plazas, y que la gente les llame rabbí. Vosotros, al contrario, no os hagáis llamar rabbí, porque sólo uno es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque sólo uno es vuestro Padre, el celestial. Tampoco os dejéis llamar doctores, porque vuestro doctor es uno sólo: Cristo. Que el mayor entre vosotros sea vuestro servidor. El que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado.
En este pasaje, el Señor recrimina la conducta de los escribas y fariseos por ser unos hipócritas. El Señor nos da una lista de lo que ellos enseñan, pero que luego no cumplen. Buscan honores como consecuencia del cargo que tienen, pero en realidad son sepulcros blanqueados.
El Señor aprovecha la situación para decirle a las multitudes, y en especial a sus discípulos, que ellos no sean así. Frente a ello, enseña que nuestra conducta ha de ser humilde y que en todo momento es preferible pasar desapercibido cumpliendo con la voluntad de su Padre.
"El Día de Todos Los Santos es una solemnidad cristiana instituida en honor de Todos los Santos, conocidos y desconocidos, según el papa Urbano IV, para compensar cualquier falta a las fiestas de los santos durante el año por parte de los fieles. En los países de tradición católica, se celebra el 1 de noviembre
Historia
La Iglesia Primitiva acostumbraba celebrar el aniversario de la muerte de un mártir en el lugar del martirio. Frecuentemente los grupos de mártires morían el mismo día, lo cual condujo naturalmente a una celebración común.
En la persecución de Diocleciano el número de mártires llego a ser tan grande que no se podía separar un día para asignársela. Pero la Iglesia, sintiendo que cada mártir debería ser venerado, señaló un día común para todos. La primera muestra de ello se remonta a Antioquia en el Domingo antes de Pentecostés.
Gregorio III (731-741) consagró una capilla en la Basílica de San Pedro a todos los Santos y arregló el aniversario para el 1 de noviembre. La basílica de los Apóstoles que ya existía en Roma, ahora su dedicación sería recordada anualmente el 1 de mayo. Gregorio IV extendió la celebración del 1 de noviembre a toda la Iglesia, a mediados del siglo IX.
La vigilia parece haber sido llevada a cabo antes que la misma fiesta. Y la octava fue adicionada por Sixto IV en el siglo XV. Esta vigilia, resultó sin embargo, coincidir con la celebración pagana de Samhain el 31 de octubre, ahora llamado Halloween (nombre que proviene de la frase "All hallow's Eve" o "Víspera de Todos los Santos" entre los anglosajones), que marcaba el final del año celta.