Una de las enfermedades que más rápidamente se contagia es la gripe, aunque hay otra enfermedad, que no es precisamente del cuerpo sino del alma, que se propaga más rápidamente todavía: no ponerse de rodillas ante Dios. No arrodillarse en la Iglesia durante la Consagración o cuando se va a recibir el Cuerpo de Cristo o cuando uno está ante la presencia de Jesús Sacramentado, hace más daño al hombre que un cáncer terminal.
Hasta hace cuarenta años, la gran mayoría de las personas que asistían a Misa se arrodillaban en el momento de la Consagración y para recibir al Señor en la Comunión. En la actualidad, al menos en mis parroquias, tengo que estar recordándolo continuamente; y a pesar de ello no se arrodillan porque piensan que es un signo de humillación.
Recuerdo que un día, acabada la Misa se me acercó un “transeúnte” y me dijo:
— Ustedes los curas antiguos exigen cosas que ya no se llevan. Con razón tiene usted la iglesia vacía. Y luego añadió:
—Dios ha dicho: “ya no os llamó siervos sino amigos”; y uno no se arrodilla ante un amigo.
El demonio, que es el padre de la mentira y de todos los mentirosos (Jn 8:44), en un movimiento de profunda inteligencia y sutileza, ha sido capaz de deslizar entre los hombres tres sibilinas mentiras que muchos han aceptado y que están haciendo mucho daño a todos los creyentes. Estas mentiras son las siguientes: “no tengo pecados”; “estoy salvado” y “Dios no puede condenar a nadie pues es infinitamente misericordioso”.
Muchos cristianos han reducido los mandamientos de Dios a no matar y a no robar, olvidándose de que hay muchos más mandamientos. Con frecuencia experimento extrañeza cuando una persona, después de estar varios años sin confesar, viene un día y me dice que no tiene ningún pecado grave. Yo, conociendo el paño, insinúo al penitente si le puedo hacer algunas preguntas con el fin de hacer una confesión íntegra, a lo que siempre me responden que no hay problema alguno. Entonces, les empiezo a hacer un repaso mandamiento por mandamiento y descubro que hay muchos pecados mortales. Es por ejemplo muy frecuente no venir a Misa todos los domingos y no confesarse de ese pecado. En el caso de las personas casadas, si les preguntas si viven castidad matrimonial y hacen todo de acuerdo con la voluntad de Dios, en un primer momento te dicen que sí, pareciendo que todos viven una castidad matrimonial perfecta y ninguno tiene nada de qué acusarse; pero si desciendes a detalles: ¿Está haciendo alguna cosa para evitar tener hijos, como usar preservativos o anticonceptivos? Descubres, no sin sorpresa, que tampoco se pensaban confesar de eso pues creían que la Iglesia no tenía por qué meterse en esas cosas. Y estos dos pecados son sólo a modo de ejemplo, pero la lista sería interminable.
Según nos dice el Catecismo tradicional para confesarse bien hace falta cumplir cinco requisitos:
1.- Examen de conciencia
2.- Dolor de los pecados
3.- Propósito de enmienda
4.- Decir todos los pecados al confesor
5.- Cumplir la penitencia
Expliquemos brevemente cada uno de los cinco apartados.
1.- Examen de conciencia: Es un análisis que hacemos a la luz de Dios de todos los pecados y faltas que podamos haber cometido desde la última confesión bien hecha. Si acostumbramos a hacer un breve examen de conciencia todas las noches, cuando llegue el momento de la confesión nos será mucho más fácil, pues ya sabremos los pecados que tenemos que confesar.
Presentamos aquí un formulario sencillo para hacer un breve examen de conciencia.
(Si la imagen ya está bendita se pasa directamente a la Entronización)
Se bendecirá la imagen, diciendo:
-Nuestro auxilio es en el nombre del Señor.
–Que hizo el cielo y la Tierra.
-El Señor sea con vosotros.
-Y con tu espíritu
OREMOS
Omnipotente y sempiterno Dios, que no repruebas el que se pinten las imágenes (o se esculpan las estatuas) de tus santos, a fin de que cuantas veces las veamos con los ojos de nuestro cuerpo, otras tantas veces nos determinemos a imitar los ejemplos de su santidad: te rogamos que te dignes bendecir ( +) y santificar esta Imagen (o estatua) hecha en honor y memoria de los amantísimos Sagrados Corazones de Jesús y de María, concédenos que cuantos ante ella procuremos honrar y consolarlos, obtengamos por sus méritos infinitos e intercesión, las gracias en la vida presente y la gloria en la Eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.