“Entonces llegó a casa; y se volvió a juntar la muchedumbre, de manera que no podían ni siquiera comer. Se enteraron sus parientes y fueron a llevárselo porque decían que había perdido el juicio.
Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: -Tiene a Beelzebul, y expulsa los demonios por el príncipe de los demonios.
Y convocándolos les decía con parábolas: -¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido en su interior, ese reino no puede sostenerse; y si una casa está dividida en su interior, esa casa no podrá sostenerse. Y si Satanás se levanta contra sí mismo, entonces se encuentra dividido y no puede sostenerse, sino que ha llegado su fin. Pues nadie puede entrar en la casa de uno que es fuerte y arrebatarle sus bienes, si antes no ata al que es fuerte. Sólo entonces podrá arrebatarle su casa.
»En verdad os digo que todo se les perdonará a los hijos de los hombres: los pecados y cuantas blasfemias profieran; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo jamás tendrá perdón, sino que será reo de delito eterno. Porque ellos decían: -Tiene un espíritu impuro.
Esta fiesta se comenzó a celebrar en Lieja en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica. Este es el día de la Eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor la riqueza de este misterio a partir de las oraciones y de los textos bíblicos.
El Espíritu Santo después del dogma de la Trinidad nos recuerda el de la Encarnación, haciéndonos festejar con la Iglesia al Sacramento por excelencia, que, sintetizando la vida toda del Salvador, tributa a Dios gloria infinita, y aplica a las almas, en todos los tiempos, los frutos extraordinarios de la Redención. Si Jesucristo en la cruz nos salvó, al instituir la Eucaristía la víspera de su muerte, quiso en ella dejarnos un vivo recuerdo de la Pasión. El altar viene siendo como la prolongación del Calvario, y la misa anuncia la muerte del Señor. Porque en efecto, allí está Jesús como víctima, pues las palabras de la doble consagración nos dicen que primero se convierte el pan en Cuerpo de Cristo, y luego el vino en Su Sangre, de manera que, ofrece a su Padre, en unión con sus sacerdotes, la sangre vertida y el cuerpo clavado en la Cruz.
La Hostia santa se convierte en «trigo que nutre nuestras almas». Como Cristo al ser hecho Hijo de recibió la vida eterna del Padre, los cristianos participan de Su eterna vida uniéndose a Jesús en el Sacramento, que es el símbolo más sublime, real y concreto de la unidad con la Víctima del Calvario.
Definimos el Misterio de la Santísima Trinidad como nuestra fe en la existencia de un solo Dios en tres Divinas Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Dios nos reveló en qué consistía el misterio, pero no el misterio en sí mismo. En otras palabras, sabemos que hay un solo Dios en tres Personas, pero no entendemos cómo eso puede ser posible. Es por esa razón que le seguimos llamando “misterio”. Tendremos que esperar al cielo para conocer algo más sobre ese misterio de la Santísima Trinidad.
La teología es la ciencia que trata de profundizar y explicar (hasta donde se puede) las verdades de nuestra fe. Es por ello que la teología se preocupa de “explicarnos” o dar un poco de luz al contenido de este misterio trinitario.
“Explicación del Misterio Trinitario”:Supongamos que te miras en un espejo. Ves una imagen de ti mismo que es casi perfecta. Sólo le falta una cosa: la vida. Es solamente un reflejo en el cristal del espejo. Pero si esa imagen saliera del espejo y se pusiera a tu lado, entonces realmente sería una imagen perfecta. Habrían dos personas pero una sola mente y una sola voluntad, compartiendo los mismos conocimientos y pensamientos. Decimos que el Hijo es la imagen perfecta del Padre, y como una de las perfecciones del Padre es “existir”, el Hijo no sería una imagen perfecta si no existiera.
Después de que esa imagen estuviera formada en el espejo, aparecería un amor ardiente del uno al otro. Este amor sería una tercera persona diferente de ti y de tu imagen en el espejo; pero en realidad sólo habría una naturaleza humana.
“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»”
Celebramos hoy la Solemnidad de Pentecostés.
Cincuenta días después de la Resurrección de Jesucristo, y diez días después de su Ascensión, Jesús, como había prometido, nos mandó su Espíritu para que se hiciera realidad en nosotros la nueva vida que Él nos había conseguido a través de su muerte y resurrección
En aquel tiempo fueron los apóstoles y la Virgen María quienes, reunidos en el Cenáculo, recibieron el Espíritu Santo. Ahora, somos nosotros quienes le recibimos a través de los sacramentos.
“Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.» Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.”
Celebramos hoy la Solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos. Fiesta que en años anteriores se solía celebrar en jueves, pero que por motivos pastorales se suele trasladar al siguiente domingo.
Tal día como hoy, Jesús, después de haberse encarnado y permanecer con nosotros durante más de treinta años, volvía al Seno del Padre. Desde entonces, Jesús ya no estará físicamente presente entre nosotros hasta que lo volvamos a ver de nuevo en su Segunda Venida al final de los tiempos cuando venga a consumar este mundo y celebrar el Juicio Final.