El pueblo cristiano siempre ha sentido la necesidad de la mediación de María, Omnipotencia suplicante, y se multiplican así a lo largo de los siglos las devociones marianas. Sin embargo, entre las devociones a María, con el paso de los años, una se destaca claramente: el Santo Rosario. Se compone de veinte decenas de Avemarías, intercaladas por el rezo del Padrenuestro y del Gloria y añadiéndose al final las invocaciones de las letanías lauretanas. A la oración vocal se une la meditación de los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos.
Hay una primera época en donde los cristianos solían recitar los 150 salmos del Oficio divino. Pero los que no sabían leer los sustituían por 150 Avemarías, sirviéndose para contarlas de granos enhebrados por decenas o de nudos hechos en una cuerda. A la vez se meditaba la vida de la Virgen.
Sin entrar en una discusión histórica se puede afirmar que es, sin duda, S. Domingo de Guzmán el hombre que en su época más contribuyó a la formación del Rosario y a su propagación, no sin inspiración de Santa María Virgen.
A finales del s. XV ya se rezaba el Rosario con una estructura similar a la de hoy: se rezan cinco o quince misterios, cada uno compuesto por diez Avemarías. Por último se fija el rezo de las letanías, cuyo origen en la Iglesia es muy antiguo.
Hoy, 23 de septiembre, celebramos la entrada en la eternidad de San Pío de Pietrelcina. Su testimonio sacerdotal aún sigue motivando a los fieles, especialmente a los sacerdotes, para que no dejemos de ser fieles hasta el fin, yendo como el ciervo a las fuentes de agua viva, que saltan hasta la vida eterna.
El Padre Pío nos enseña la fidelidad a las pequeñas cosas, y a vivir de lo sobrenatural. Por esto nada mejor que volver a repasar su visión (que es la del mismo Dios), acerca de los sacramentos, en particular de la Santa Misa, y de las disposiciones que deben tener aquellos que la celebran, es decir, los sacerdotes.
Reproduzco, por esto mismo, una entrevista que le hiciera un hijo espiritual suyo, acerca de la renovación del sacrificio de la Cruz, publicada en “Así habló el Padre Pío” («Cosí parlò Padre Pio», San Giovanni Rotondo, Foggia, Italia).
Hace unos años tuve el caso de un señor de unos 70 años que no era católico, pero que venía a mi iglesia todos los domingos a la Santa Misa. Pertenecía a una de las miles de denominaciones protestantes. Después de varios años oyendo la Santa Misa, escuchando las predicaciones y asistiendo a cursos bíblicos y teológicos que impartía, me preguntó un día: Padre, ¿qué tengo que hacer para ser católico? Yo le expliqué el proceso, que no iba a ser largo pues ya tenía toda la formación necesaria y aceptaba todas las enseñanzas católicas. Lo único que le quedaba por hacer era la profesión pública de su fe católica. No necesitaba bautizarse de nuevo, pues según preguntamos en el obispado, el bautismo que había recibido en su anterior confesión era válido.
Después de todos los preparativos necesarios, un día antes de celebrar la Santa Misa, y con toda la congregación reunida, él hizo públicamente confesión de su fe y rezó el Credo. Desde ese momento ya participó plenamente en la Santa Misa, recibía la Eucaristía...
Pasaron unos meses y un día le pregunté: ¿Qué tal? ¿Cómo va todo? El me respondió: Perfectamente Padre. Y así creía yo también, pues nunca faltaba a la Santa Misa, se confesaba frecuentemente, etc. Hasta que se me ocurrió preguntarle si rezaba el Santo Rosario. Él me respondió: No rezo ni el Rosario ni el Ave María. Son dos oraciones que no me dicen mucho. Yo sé quién era María, y le agradezco mucho el haber sido la Madre de Jesucristo; pero la verdad es que no le tengo mucha devoción.
RESPUESTA: El milagro es «un hecho producido por una intervención especial de Dios, que escapa al orden de las causas naturales por El establecidas y destinado a un fin espiritual» Es lógico que el Creador pueda actuar por encima de las leyes naturales creadas por El mismo, cuando esa actuación no sea contradictoria. Dios no puede hacer que un círculo sea cuadrado o que lo frío sea a la vez caliente. Pero puede hacer que lo frío se haga repentinamente caliente o que se suspenda por un tiempo la ley de la gravedad. Ahora bien, para realizar esa acción extraordinaria, y tan poco habitual, debe existir un motivo.
PREGUNTA: ¿Por qué algunos hombres son capaces de hacer milagros?
RESPUESTA: Los hombres por sí mismos no son capaces de hacer milagros. Si algunos hombres han hecho milagros ha sido por el poder de Dios. Dios les ha dado ese poder para confirmar la verdad de lo que enseñan; pues las cosas que exceden a la capacidad humana no pueden ser probadas con razones humanas y necesitan serlo con argumentos del poder divino. También para mostrar la especial elección que Dios hace de un hombre. Así, viendo que ese hombre hace obras de Dios, se creerá que Dios está con él.
PREGUNTA: ¿Puede un cristiano usar métodos anticonceptivos?
RESPUESTA: NO. Nos dice el Magisterio de la Iglesia (en la Humanae Vitae) que todo acto conyugal realizado en el matrimonio ha de estar abierto de suyo a la procreación. Es así que el uso de métodos anticonceptivos tienen como fin directo evitar la concepción, de ello se concluye que es PECADO GRAVE.
PREGUNTA: ¿Qué métodos anticonceptivos son pecado?
RESPUESTA: Todos. Tanto el uso de preservativos, como las pildoras anticonceptivas de cualquier tipo, los jabones espermicidas o vaginales y la T de cobre son gravemente pecaminosos; y en general cualquier método que impida directamente la concepción.
PREGUNTA: ¿Puedo recibir la Sagrada Comunión si estoy usando esos métodos?
RESPUESTA: No. Ya que si se usan esos métodos se comete pecado mortal, y para poder recibir al Señor en la Eucaristía hay que estar en estado de gracia, es decir sin pecado grave.
PREGUNTA: ¿Qué tengo que hacer para que Dios me perdone?
RESPUESTA: Dejar de usar esos métodos anticonceptivos y confesarse.